Ahora lo entiendo. No hay nada escrito en piedra y creo que deberíamos comprender esto para fluir mejor en la vida, suavizando la rigidez de pensamiento y aprendiendo a soltar viejas estructuras que creíamos que toda nuestra vida serían así.
Mi comprensión de este aprendizaje apenas inicia, pero ahora lo empiezo a ver con más claridad. Me ha tomado muchos años, lagrimas que parecían infinitas, dolores en el alma que parecían no desaparecer jamás, trozos de mi corazón esparcidos a mi alrededor, decepciones propias y ajenas por no entender que en la vida, las personas y situaciones no son como siempre serán, ni seremos como siempre hemos sido. Afortunadamente crecemos y cambiamos.
En este trabajo interno vienen a mi mente los primeros cuestionamientos que me hacía hace ya más de 20 años, sobre cosas que damos por sentado. Y es que desde entonces, me cuestionaba el por qué sólo había cierta forma de ser, sentir, vivir y hacer. En ese momento aún estaba recibiendo las piezas de mi “yenga” que me darían la estructura de pensamiento y vida que hoy tengo.
Pero creo que en determinado momento de nuestra vida, es nuestra responsabilidad cuestionarnos y luchar por vivir de acuerdo a lo que realmente somos y creemos en cada etapa. No es cualquier cosa… hacer conciencia de patrones, actitudes y creencias con las que vivimos pero no son necesariamente nuestras para cambiarlas o arrancarlas de nuestro discurso interno, es muy difícil. Pero nada está escrito en piedra, y con ese despertar de conciencia, afortunadamente todo cambia y si queremos, mejora. Es un gran salto de valentía, que va generando una libertad y paz infinitas.
Entender esto en profundidad, requiere de cuestionamientos, nuevos planteamientos, arrancarse las cadenas de juicios y ver distinto. Requiere de la construcción diaria de un discurso interno impecable.
Estoy iniciando este camino que promete ser liberador de muchas formas. Es perturbador y emocionante a la vez.